psychanalyse In situ
EL LABORATORIO INDIVIDUAL
Emilio Rodrigué
texte en français
Voy a hablar de un laboratorio para una
sola persona. Laboratorio individual para atender a un paciente,
o a una pareja, con un montaje grupal. Cuando comencé
a trabajar de esa forma, los cariocas lo llamaron "Shampoo"
y los madrileños, "Sauna". Para precisar los
llamo, provisoriamente, de LIUS, Laboratorio individual de una
sola sesión.[
Este invento fue hijo de la necesidad.
Comencé a usarlo en mis años de psicoargonauta,
cuando, exilado, trabajaba en Bahia, Rio, São Paulo, Madrid
y Valencia. Psicoanalista itinerante, trotamundos. Fue en la
década del 70, bajos los efectos del Mayo francés,
y yo estaba también bastante influenciado por las terapias
alternativas. Esalen era la Mecca. Fue la época de Perls,
Price y los neoreichianos. Después, cuando volví
al redil freudiano, arrepentido por mi heterodoxia, no supe apreciar
cuanto aprendí en esos años "heréticos".
La lectura corporal, por ejemplo, o una posición más
fluida frente al lenguaje preverbal y más suelta con el
"ser analista". Al hablar de técnicas alternativas,
lo que me queda hoy en día es el psicodrama, ya que a
las maniobras gestalticas y reichianas las fui perdiendo en el
camino. Dejé de torturar almohadones. El psicodrama, eso
sí, es más que una técnica alternativa,
teatralizar eventos entra naturalmente en mi analisis de todos
los dias -- dentro o fuera del LIUS -- y eso se lo debo a la
obra de Tato Pavlowsky y Hernan Kesselman.
Pero lo más importante a rescatar
de los años fuera del redil fue lo que Panthorpe Bion
denominó "estado encantado" y que se refiere
al clima inicial que se suele observar en los grupos recién
formados. Es una mezcla de ansiedad con esperanza en una actitud
de anhelante espera ansiosa. Esa esperanza suele estar acompañada
de miedo serval y propio de lo que Claudio Neri denomina "
grupo en estado naciente ". Todos esperan que algo va a
acontecer, algo que se parece al supuesto mesiánico de
Bion, se parece, pero no lo es. La talentosa hija de Bion nos
cuenta que el supuesto básico mesiánico se aproxima
a las referencias técnicas que su padre hace sobre la
postura del analista caracterizada por un deseo de no desear,
lo que llevaría, a las vecindades del estado oceánico
.
Y este clima de un "grupo en estado
de naciente" se da en toda su plenitud en los laboratorios
y esta es una buena forma de entrar en el LIUS. E LIUS es un
encuentro prolongado de aproximadamente 3 horas, donde se aplican
técnicas alternativas bajo una regencia psicoanalitica.
Sesión única que tiene comienzo medio y fin.
Se puede hablar de una cierta afinidad
entre el laboratorio de una sola sesión y el tiempo lógico
lacaniano, ambos desarticulan la parsimonia del tiempo reloj,
introduciendo modos de presentificar el presente.
Hay una parte de nuestro curriculum ancestral
que los analistas tendemos a ocultar o a disimular. Descendemos
de los charlatanes de feria del siglo XVIII. La galería
de antepasados en la saga freudiana comienza con la figura fascinante
de ese Gran Brujo que fue Franz Mesmer, médico vienés
creador de la teoría del magnetismo animal. El diván
de Mesmer era el baquet, la cuba imantada donde las histéricas
se retorcían en su repertorio espectacular. Luego viene
Charcot, ese "visual"; como lo llamaba Freud, el "Rey
de la Salpetrière". Hay algo teatral en nuestro semblante,
inclusive en nuestros prolongados silencios. Esa necesidad de
impactar al otro la llevamos en la sangre, o deberíamos
llevarla.
Tal vez la saga de nuestros antepasados
nos molesta, a mi sin duda me molestó a la hora de mi
formación. Fue en los años de estudiante de medicina
cuando comencé con el psicoanálisis, allá
lejos y hace tiempo. Pues bien, como Pedro, cuando mis camaradas
me preguntaban si iba a ser analista, yo escuchaba al gallo cantar
y decía que no, que quería ser psiquiatra. Estoy
hablando de 1950. Después de leer el trabajo de Radmila
Zygouris para los Estados Generales 2002 - o sea, cincuenta años
más tarde -- finalmente me doy cuenta que buena parte
de mi práctica cayó en una clandestinidad y silencio
que cercena .
Al principio realizaba los LIUS en consultorios
prestados a colegas residentes de la ciudad que visitaba. En
1994 estaba dando un curso sobre terapias grupales en México
City cuando decidí "regalarle" un shampoo a
la colega dueña de casa que me hospedaba. Así nació
la idea de hacer la terapia in situ, en su bellísima casa.
Era, piense bien, el huevo de Colon presentado en una bandeja.
La posibilidad de estudiar antropológicamente a las personas
en su habitat e interactuar dentro de su nicho ecológico.
Ese nicho es comunicativo. Las casas hablan.
-- Muéstrame tus goteras -- le
dije a mi anfitriona, aclarando que toda casa tiene algo que
no funciona: una puerta que cruje, une letrina incontinente,
humedad en el sótano, pero esta casa, ante mi asombro,
no tenía sintomas, lo que no deja de ser significativo.
En esa primera sesión a domicilio
quizá fui más lejos que nunca, porque la realicé
en una casa "funcionante" en la que, después
de atravesar la cocina donde la cocinera preparaba nuestra futura
cena, pasamos al gabinete del marido y el encuentro de la pareja
fue interesante.
La casa juega un importante papel en
el caso que voy a describir en cierto detalle. María era
una psicoanalista francesa en el mal lado de los 50, una mujer
guapa pero que debe de haber sido una belleza total de joven.
Se la veía un poco dilapidada, sobre todo en los cabellos
ralos y secos (este detalle va a ser importante en el desenlace
de la sesión). Su casa, en, cambio, era agradable, con
alfombras coloridas, flores en el living y plantas gozando de
buena salud. El dormitorio llamaba la atención; cuarto
chico casi totalmente tomado por una cama camera imperial llena
de grandes almohadas gris perla; cama que despertaba la tentación
voluptuosa de zambullirse. Cocina y cuarto de baño convencionales
y bien montados. Había finalmente un "cuarto de descartes",
con libros en el piso y cajas apiladas. Pasé casi 10 minutos
revisando la casa. María me seguía, medio divertida,
comentando que parecía un detective buscando pistas y
huellas digitales. Ella añadió que nunca sus analistas
habían ambulado por su casa. De esa manera me enteré
de una lista relativamente larga de analistas, todo freudianos
y uno jungiano, algunos de renombre.
Elegí una mesita redonda en el
living para comenzar. María de entrada diagnosticó
su condición:
-- Tengo una neurosis de fracaso.
Lo dice como si estuviera marcado en
su destino, un poco a la manera de Sisifo. Esos golpes de mala
suerte se centraban en lindas casas que tuvo y que fue perdiendo.
Ella claramente no tenía mayor admiración por la
casa actual que, a su vez, corre el riesgo de perder por tener
dificultades económicas. Cada casa caída coincidió
con una crisis y la primera fue la peor de todas. Hacen más
de 20 años, una noche, de sopetón, María
le dijo a su marido que tenía un amante.
-- ¿Y por qué se lo dijo?
-- pregunté.
No lo tiene bien claro, nunca lo tuvo
bien claro. No cree que fue venganza, porque piensa que él
no le había dado motivo. Aunque quizá hubiera querido
mostrar al marido -- que la tomaba un poco como mosca muerta
-- que ella era capaz de ser infiel. No descarta la idea de que
quiso poner a prueba si su marido tendría la grandeza
de perdonarla. O sea, un poner a prueba que hace pensar en las
ordalías de tiempos pasados.
Ninguna de las explicaciones sonaba convincente,
aunque la idea de ser perdonada luego tomará una connotación
especial.
María comenzó a hablar
de su marido y le pedí una foto.
Una ventaja del LIUS es que ciertas casas
son verdaderas galerías fotográficas que registran
el pasado como un libro ilustrado. María, fue al cuarto
de descartes y trajo una foto tamaño tarjeta postal donde
ella aparece en primer plano con su marido sonriente, fuera de
foco, en el fondo.
-- La sacó un primo mío,
buen fotógrafo.
Foto reveladora en varios sentidos. En
primer lugar, mostraba la gran belleza de María a los
20; estupenda mujer de cuello largo, estilo Sofía Loren.
En segundo lugar, si el primo era un buen fotógrafo, ese
marido en segundo plano, fuera de foco y borroso, era sugestivo.
Sugería que, al menos para el primo, María era
la figura estelar en la pareja, cualquier cosa menos una mosca
muerta. Comencé a mirarla con otros ojos.
A esta altura yo estaba pensando hacer
un primer corte, un poco a la manera del psicodrama, cambiando
de escena, mejor dicho, jugando con el escenario. Quería
un montaje apropiado para el momento en que María cuenta
su traición. Ya casi una hora había pasado y por
un momento estuve tentado de jugar la confesión en el
dormitorio, pero no me atreví a sobrecargar la escena
con un extra de sexualidad que la confianza incipiente no podría
sustentar. No se juega con las pulsiones transferenciales. Una
ventaja del laboratorio a domicilio es que uno cuenta con varios
sitios posibles. Elegí un diván de dos piezas en
otro rincón del living. Nos sentamos juntos y yo me dispuse
a encarnar al marido.
No le fue fácil a María
de entrar en el papel de la mujer que se confiesa y comenzó
a dar vueltas prefaciando el momento. Entonces yo le tomé
la mano y le dije, en voz baja:
-- ¿Qué te pasa? Estás
nerviosa, querida...
María comenzó a llorar
y su llanto sonaba genuino, cargaba mucha emoción. Me
pareció que le costaba enunciar las fatídicas palabras.
Porque no olvidemos que esas palabras la llevaron derecho al
divorcio.
Este LIUS fue diferente de los demás.
En realidad no hay dos iguales, pero por lo general yo escucho
por más tiempo, unos cuarenta minutos, hasta hacerme una
idea general de las temáticas. Cuando lo hacia en el consultorio,
colocaba cada tema en una esquina del cuarto. Por ejemplo: enfrente,
colocamos el problema con su mamá; a la derecha, la obesidad
y la uterectomía; a la izquierda, su marido y aquí
el futuro. Ahora juego con cambios de ambiente para introducir
cada tema.
Le propuse pasar al "cuarto de descartes"
para hablar de su pasado remoto y su familia de origen y, sugestivamente,
María comenzó hablando de una cirugía plástica
en la nariz realizada en la adolescencia. En ese mismo cuarto
tenía un álbum con la foto de la nariz original.
En ella seguía siendo bonita, pero la nariz judaica era
prominente y ese era precisamente el tema.
María tenía dos padres.
Su madre estaba embarazada de un amante judío y su marido
aceptó registrar a María como hija suya. "El
es mi padre en los papeles, el otro era mi padre en la sangre",
dijo, un poco teatralmente. La dupla paternidad perturbó
mucho su adolescencia y María trajo abundante material
sobre esos años atormentados. Parece ser que cuando finalmente
conoció a su "padre de sangre", éste
quiso acostarse con ella.
Aquí yo estuve bien y mal. Bien
por referirme a la confusión del "incesto cruzado"
(para María el verdadero padre era el otro) y mal, pero
muy mal, por no haber homologado su "traición"
con el impase materno, cuando ella fue perdonada. Ella quería
ser perdonada como su madre lo fue por "el padre en los
papeles". Curioso que no reparé en algo que es pan
comido para cualquier analista. Obvio que mi contratransferencia
estaba en juego, pero quisiera señalar como excusa que
en el LIUS el material corre a alta velocidad, y mucho material
se escapa entre los dedos.
María me trajo una foto de la
madre. Ella tendría unos sesenta años en la época.
Señora robusta, pero no gorda, de cara vivaz y mandíbulas
fuertes, en contraste con ojos pequeños. "Es una
carnívora", pensé. Mujer formidable en marcado
contraste con la fragilidad de su hija. María no la quiere
y nunca se llevaron bien. De todo lo que me contó sobre
ella, una historia del pasado se destacaba. Durante la guerra
ella fue a trabajar en Alemania y no eran trabajos forzados,
ella fue respondiendo a un llamado de los alemanes, que ofrecían
buenos salarios. Nuevamente ronda la traición. Se veía,
por la forma en que esto fue contado, que este era el secreto
de la familia.
El padre "de los papeles" parece
ser que fue un buen tipo. María habló poco de él,
pero lo quería. Murió no recuerdo cuando, pero
fue hace bastante tiempo. También habló relativamente
poco de su único hijo, hoy en día casado y con
dos hijos. No tiene hermanos y el familiar que mencionó
fue el primo que sacó la foto mencionada, que era homosexual
y murió de SIDA .
Por ser un tratamiento de una sola sesión
es lógico que tiene que haber muchos recortes y grandes
lagunas en el anamnesis. En general hay dos tipos de LIUS. Unos
son tratamientos para resolver problemas puntuales (separación,
duelo, enfermedad grave o alguna catástrofe). La otra
categoría, es el caso de analistas que quieren realizar
algo asi como un "service existencial". Se podría
decir volviendo a la nominación original de "Saunas"
y "Shampoo", que los primeros serían las terapias
puntuales en casos de urgencia y que los shampoos corresponden
al caso del analista que está realizando un service existencial.
El caso de María me parece que cae en el medio.
A partir de este momento María
comenzó a hablar de su depresión que según
ella dura toda una vida y que la llevó a dos intentos
de suicidio.
Ya habían pasado casi dos horas.
Después de la primera hora se produjo un cambio en el
hablar de María, cambio que observé en muchos casos,
sobre todo en los veteranos con años de diván.
La mayoría de esos ex pacientes están acostumbrados
a sesiones de 30, 45 o 50 minutos. Esa es la hora en que, por
decirlo crudamente, largan el rollo. Pasado el "tiempo de
sesión" se sienten perdidos y su enunciado se deshilacha,
siendo los momentos más productivos de la sesión.
Esto le daría la razón a Lacan, si se piensa que
el efecto de la sesión corta se extiende a la sesión
larga.
A esta altura el vinculo transferencial
era más sólido y decidí incursionar por
el dormitorio. Buena elección ya que ella se acurrucó
en la cama, cambiando de metáfora, como pez en el agua.
Microclima para hablar de sus intentos de suicidio, pero primero
María quiso saber cual era mi posición frente al
suicidio.
Tomé un tiempo en contestar, porque
había urgencia en su pregunta.
__ Yo en principio no me suicidaría...
__ ¿Por qué?
__ Porque me da miedo.
__ ?Miedo de qué?
-- De la muerte.
En el LIUS no hay tiempo para el silencio
o para la respuesta evasiva. Más aun, hoy en día
yo casi siempre respondo a las preguntas, salvo que haya sorna
de por medio.
Me pareció que había pasado
el test, pero en su mirada capté una intensidad pulsátil.
Y esa pulsación intermitente hablaba de rabia, lo que
me hacía pensar que la narrativa de los suicidios fuera
dramática, pero me desconcertó la forma fáctica
en que narró su coma barbitúrico. El otro intento
de suicidio solo había sido un simulacro.
A esta altura, de tratarse de una novela
policial, hubiera pensado en quién sería la próxima
víctima, lo que me llevó a preguntarle, un poco
a quemarropa: ?a quién estaba dirigida esa rabia (centellante),
a su madre o a su marido? A María no le molestó
mi pregunta, pero se tomó un tiempo para contestar:
-- Lo de mi madre ya pasó. Creo
que es con mi marido, no le perdono que me haya hecho tan infeliz.
-- además, continuó --ahora sospecho que rivalizábamos
mucho.
Suele acontecer en el análisis
convencional, pero más aun con el LIUS, cuando uno sabe
que ciertas palabras son verdaderas y dicen la verdad. Y este
era el caso.
Dos horas y media habían transcurrido
y estaba pensando cerrar la sesión cuando quise retomar
el tema de las casas. Para dicho fin le pedí que dibujara
una casa. María agarró un papel y comenzó
a dibujar una sala diciendo que tenía que ser amplia y
con mucho sol, lo que me llevó a decirle:
-- Tu no eres depresiva -- el tuteo me
salió casi diría sin darme cuenta.
-- Por qué?
-- Porque esta sala tiene mucha luz,
tiene flores frescas y plantas robustas. No es el living de una
melancólica.
-- Pero no tiene espejos.
-- Cierto, no tiene espejos.
Nunca contrarío a un paciente.
María seguía dibujando
y diseñó un dormitorio pequeño junto a la
sala que se parecía, a su dormitorio real copado por la
cama camera.
-- Me encanta esconderme en mi cama.
¿No será que ella es autista?,
lo pensé pero no lo dije. En cambio le pregunté
lo obvio:
-- Por qué no hay espejos?
-- No quiero verme.-- me encara -- ¿Mira
como estoy?
-- Un poco descuidada. El cabello...
Su respuesta me sobresaltó;
-- Es que estoy con cáncer.
Yo me sobresalté. Había
tomado un verdadero schock.
María lo percibió y dijo:
-- Por qué te haz puesto así?
Bien, de haber sido un gran analista,
pero un gran analista, en un momento inspirado, le hubiera contestado,
tomando la voz del marido:
-- Por qué me traicionaste, María?
Porque creo que traer el cáncer
en el minuto final del LIUS fue una forma de apagar todo lo dicho.
Decirlo hubiera sido el broche de oro. Lo enuncié en términos
menos convincentes.
Eso me lleva al tema de la interpretación.
Rara vez interpreto pero creo que esa sería una interpretación
si, siguiendo el criterio de Pichon Rivi1ere, la interpretación
es empleada como una "estocada certera".
Nos quedamos en silencio. Era el final
de la sesión; acepté el buen whisky que me ofreció.
Bebimos en la mesita donde la sesión comenzó. Copa
en mano, le pedí una devolución. Ella dijo que
fue duro, pero que vio muchas cosas. Fue duro porque se da cuenta
que está cansada. Le pareció interesante el haberse
desplazado de un lugar para el otro y el uso de fotos. Mil escenas
pasaron por su cabeza y añadió : "Yo le pondría
música".
Buena idea. Se le puede pedir a los "liusandos"
que elijan sus melodías. Eso será para la próxima
vez.
Salvador de Bahia Juillet
2003.
LE LIUS :
LABORATOIRE INDIVIDUEL D'UNE SEANCE (1)
Emilio Rodrigué
Il s'agit d'un laboratoire pour une seule
personne ou pour un couple, ou même, dans certain cas,
pour trois personnes. Ou, pour le dire autrement, de traiter
une personne ou un couple avec un montage groupal. J'ai commencé
à travailler de cette façon pendant mes années
d'exilé quand je devins un psychanalyste itinérant,
travaillant à Rio, Sao Paulo, Mexico, Madrid et Valence.
Cette invention, alors, fut un enfant de la nécessité,
parce qu'on ne peut pas transporter le divan autour du monde.
Dans ce temps-là, les Madrilènes disaient que je
faisais un " shampoing " et les Cariocas un "
sauna ". Moi, provisoirement, je parle d'un Laboratoire
Individuel d'Une Séance, un LIUS.
À l'époque j'étais influencé par
les thérapies alternatives et Esalen devint ma Mecque.
Plus tard, quand je fis retour au troupeau freudien, j'eus un
peu honte face à mon hétérodoxie et cela
m'empêcha de me rendre compte de combien j'avais gagné
pendant ces temps hérétiques. La lecture corporelle,
par exemple et une intimité plus grande avec le langage
préverbal. En parlant des techniques alternatives, ce
qui me reste aujourd'hui c'est le psychodrame, parce que j'ai
perdu la plupart des manuvres gestaltistes et reichiennes
along the way. Je ne torture plus les coussins. Le psychodrame,
d'ailleurs, pour moi est plus qu'une technique secondaire, théâtraliser
les événements entre naturellement dans mon travail
- avant et en dehors du LIUS - et en cela je suis sous l'influence
d'E. Pavlovky et d'H. Kesselman.
Mais le plus important à sauver de ce passé se
trouve dans un état d'esprit. Il y a une attente très
spéciale autour des lieux qui sont des laboratoires sociaux,
où tout le monde pense que quelque chose va arriver, quelque
chose qui rappelle le supposé messianique de Bion. Et
cette ambiance de laboratoire est une bonne manière d'introduire
la thérapie de la séance unique. Le LIUS, en effet,
est une thérapie concentrée en une seule séance.
Tout se passe durant ces trois heures. Dans cette rencontre,
comme nous l'avons exposé par anticipation, on applique
des techniques alternatives sous une régence analytique.
Cette microanalyse apporte un effet de surprise et l'on peut
envisager une certaine affinité entre le LIUS et le temps
logique lacanien ; tous les deux désarticulent la parcimonie
du temps horloge, introduisant une espèce de présentification
du présent en même temps qu'on "monte un cirque".
Il existe tout un côté de notre curriculum ancestral
que nous autres analystes avons tendance à dissimuler.
Nous descendons de charlatans de foire du XVIII siècle.
La galerie d'aïeux de la saga freudienne commence avec la
figure mesmerizante de Franz Mesmer, médecin viennois
qui créa la théorie du magnétisme animal.
Le divan de Mesmer était le baquet. Ensuite vint Charcot,
ce "visuel", comme l'appelait Freud, le Roi de la Salpetrière.
Il y a quelque chose de théâtral dans notre façon
de faire semblant.
Au début je réalisais les LIUS dans les cabinets
d'amis. En 1994 durant un séjour à Mexico, pendant
un congrès, je décidais de faire "cadeau"
d'un LIUS à la maîtresse de maison qui m'hébergeait.
Ce fut là que j'eus l'idée de faire le LIUS in
situ dans son beau petit hôtel. C'était l'uf
de Christophe Colombe présenté dans son écrin
: on a le privilège d'observer les personnes à
la manière des anthropologues et d'interagir dans leurs
niches écologiques. L'habitat de l'homme a beaucoup à
dire sur l'homme. Les maisons ont aussi des symptômes,
elles parlent.
Quelque chose ne va pas dans la plupart des maisons : des fenêtres
qui ne ferment pas bien, l'humidité dans les caves, des
latrines incontinentes, des portes qui grincent, un coin de miroir
cassé sur la table des toilettes mais cette première
maison, à ma surprise, était parfaite. On ne peut
pas exclure qu'en la circonstance, j'étais en proie à
un amour de contre-transfert qui m'a fait "négliger
les petits détails".
En cette première séance à domicile, je
suis allé peut-être plus loin que jamais parce que
je suis intervenu dans une maison qui vivait à son rythme
de tous les jours. Ainsi nous sommes allés dans une cuisine
où la cuisinière préparait notre dîner
et, ensuite, nous avons rendu visite au mari dans son studio.
La maison joue un rôle important
dans le cas que je vais décrire en détails. Marie
était une analyste belge passée du mauvais côté
de la cinquantaine, une femme charmante qui, jeune, devait avoir
été d'une beauté totale. Sa beauté
apparaît maintenant un peu dilapidée, surtout du
côté de ses cheveux qui sont rares et secs (ce détail
va être important dans la suite de la séance). Sa
maison en revanche était agréable, avec des tapis
colorés, des fleurs dans le séjour et des plantes
en bonne santé. La chambre à coucher appelait l'attention
; elle était petite et presque entièrement occupée
par un lit matrimonial impérial garni de grands coussins
gris perle ; un lit qui réveillait la tentation voluptueuse
de plonger dedans. La cuisine et la salle de bain étaient
classiques et bien équipées. Il y avait enfin une
"chambre des objets au rebus", avec des livres empilés
à même le sol. Passer la maison en revue me prit
presque 10 minutes. Marie me suivait, avec un air amusé,
commentant le fait que je ressemblais à un détective
en quête de pistes et d'empruntes digitales. Elle a ajouté
que jamais aucun de ses analystes n'avait déambulé
dans sa maison de la sorte. De cette manière je fus mis
au courant de la liste relativement longue de ses analystes,
certains étant célèbres.
Je choisis une petite table ronde dans
un coin du séjour pour commencer. Marie, d'entrée,
posa le diagnostic sur son état :
-- J'ai une névrose d'échec.
Cela fut dit comme si c'était inscrit dans son destin,
un peu à la manière de Sisyphe. Ses revers de fortune
se concentraient autour de jolies maisons, jadis possédées
puis perdues. Marie n'avait clairement pas plus d'estime pour
la maison actuelle, qu'elle risquait, une fois encore, de perdre.
Chaque maison perdue avait coïncidé avec une crise
dans sa vie et la première avait été la
pire de toutes. Cela s'était passé une nuit durant
laquelle, suivant en cela une impulsion, elle avait avoué
à son mari qu'elle avait un amant.
-- Et pourquoi le lui avoir dit ? demandai-je.
Marie ne le sait pas, elle ne l'a jamais su. Elle ne croit pas
que cela ait pu correspondre à une vengeance parce qu'il
n'y avait pas de motif à cela. Peut-être voulait-elle
prouver à son mari - qui la tenait un peu pour une bécasse-
qu'elle était capable d'être infidèle. Elle
ne rejette pas l'idée qu'il ait pu s'agir de savoir si
son mari avait la grandeur d'âme pour lui pardonner. C'est-à-dire
d'un test faisant penser aux ordalies du temps passé.
Aucune de ces explications ne paraissait convaincante, même
si l'idée d'être pardonnée allait prendre
bientôt une connotation spéciale.
Marie a commencé à parler
de son mari et je lui ai demandé une photo. Un avantage
du LIUS est que certaines maisons sont de vraies galeries de
photos qui enregistrent le passé comme un livre illustré.
Marie alla dans la chambre des objets au rebus et revint avec
une photo de la taille d'une grande carte postale où elle
apparaît au premier plan et son mari, souriant, au fond,
en flou..
-- C'est mon cousin, un bon photographe, qui l'a pris.
Photo révélatrice à plusieurs égards.
D'abord elle montre la grande beauté de Marie à
20 ans ; femme splendide de belle stature, style Sofia Loren.
En second lieu, si le photographe était bon, comme cela
semble avoir été le cas, le fait que le mari soit
quasiment hors champ, suggère que, pour le cousin au moins,
Marie était la figure dominante du couple ; n'importe
quoi sauf une bécasse. J'ai commencé à la
regarder avec d'autres yeux.
Arrivé à ce point, je pensais, un peu à
la manière du psychodrame, faire une première coupure,
changer de scène, ou pour mieux le dire jouer avec le
scénario. Il fallait un autre cadre pour le moment où
Marie allait parler de sa trahison. Une heure s'était
déjà pratiquement écoulée et j'avoue
avoir été tenté un moment de porter la confession
dans la chambre à coucher, mais je n'ai pas osé
surcharger la scène d'un excès de sexualité
que la confiance naissante n'aurait pas pu soutenir. On ne joue
pas n'importe comment avec les pulsions transférentielles.
Un des avantages du laboratoire à domicile est qu'il permet
de disposer de plusieurs endroits possibles. Je choisis un divan
à deux places dans un autre coin séjour. Assis
côte à côte, je me mis dans la situation d'incarner
le mari.
Il n'a pas été pas facile pour Marie d'entrer dans
le rôle de la femme qui se confesse et pour préfacer
ce moment elle a commencé par se tourner. Alors je lui
ai pris la main et d'une voix basse, je lui ai dit:
-- Que se passe-t-il ? Tu es nerveuse
Marie a commencé à pleurer et ses pleurs paraissaient
authentiques. Elle avait de la peine à énoncer
les paroles fatidiques. Ses pleurs se sont prolongés.
Ce LIUS devint à partir de là
très différent. En réalité il n'y
a pas deux séances similaires, mais en règle générale
j'écoute pendant longtemps jusqu'à avoir une idée
des thématiques et de pouvoir choisir les sujets principaux.
Quand je pratiquais dans des cabinets de consultation, je plaçais
les thèmes choisis aux quatre coins de la pièce.
Par exemple : en face, les problèmes avec la mère
; dans le coin de droite, l'obésité et le diabète
; à gauche, les rapports avec le mari et ici l'avenir.
Je lui ai proposé d'aller dans
la "chambre des objets au rebus" pour parler de son
passé lointain et de sa famille d'origine et, là,
de façon suggestive, Marie a commencé à
parler d'une chirurgie plastique du nez effectuée à
l'adolescence. Dans cette même chambre, il y avait un album
avec la photo du nez d'origine. Sur cette photo, Marie était
encore jolie, mais le nez juif était proéminent
et là résidait justement le problème.
Marie avait deux pères. Sa mère était enceinte
d'un amant juif quand elle se maria et son mari accepta de reconnaître
Marie comme sa fille légitime. "Lui est mon père
des papiers et l'autre est mon père de sang" dit-elle
de façon un peu théâtrale. Cette double paternité
a beaucoup perturbé son adolescence et Marie apporta un
abondant matériel sur ces années tourmentées.
À ce qu'il paraît, quand elle finit par faire la
connaissance de son "père de sang", celui-ci
voulut la séduire.
Arrivé à ce point, j'obtins une bonne et une mauvaise
note. Une bonne note pour avoir compris la confusion résultant
de "l'inceste croisé" (pour Marie le vrai père
est l'autre) ; et une mauvaise, très mauvaise, pour n'avoir
pas fait le parallèle entre sa "trahison" et
l'impasse maternelle, quand celle-ci avait été
pardonnée. Elle voulait être pardonnée comme
sa mère l'avait été. Pourquoi n'avais-je
pas repéré quelque chose d'aussi évident
? Il coûte de croire.
Marie m'a donné une photo de sa mère. Elle avait
soixante ans à l'époque. Femme robuste, mais pas
grosse, avec des traits marqués, de fortes mâchoires
et de petits yeux. C'est une "carnivore", me suis-je
dit. Femme formidable en contraste marqué avec la fragilité
de sa fille. Mère et fille n'ont jamais rien échangé
de bon. Parmi tout ce qu'elle me raconta sur sa mère,
une histoire du passé se détachait. Pendant la
guerre, alors qu'elle était en Belgique, elle alla travailler
en Allemagne et ce n'était pas des travaux forcés,
elle avait répondu à un appel des Allemands qui
offraient de bons salaires. À nouveau rôde la trahison.
À la façon dont cela avait été conté,
on voyait qu'il s'agissait d'un secret de famille.
Le "père des papiers" paraît avoir été
un brave homme. Marie en parle peu, mais l'aime bien. Je ne me
rappelle pas quand il est mort mais c'était depuis longtemps.
De même, elle a parlé relativement peu de son fils
unique, aujourd'hui marié et père de deux filles.
Marie n'a pas de frères et le seul parent qu'elle a mentionné
était le cousin de la photo, qui était homosexuel
et qui est mort du SIDA(2).
En général il existe deux
sortes de LIUS. Les premiers sont des traitements pour résoudre
des problèmes ponctuels (séparation, deuil, maladies
graves et autres catastrophes) Dans l'autre catégorie,
il y a le cas des analystes qui désirent effectuer quelque
chose comme un "service existentiel ". On pourrait
dire, si on reprend la dénomination de départ de
"Saunas" et "shampoings", que les premiers
seraient des thérapies promptes dans des cas d'urgence
et que les shampoings correspondent à l'analyste qui vient
pour revisiter sa vie. Le cas de Maria me semble être plus
un shampoing ; il semble être un shampoing tout en n'en
étant pas un.
À partir de ce moment, Marie a
commencé à parler de sa dépression qui l'a
accompagnée tout au long de sa vie et l'a conduite à
deux tentatives de suicide. Presque deux heures s'étaient
déjà écoulées. Après la première
heure, il se produisit un changement dans la façon de
parler de Marie, changement que j'ai observé dans d'autres
cas, surtout chez les vétérans qui ont derrière
eux de nombreuses années de divan. La majeure partie de
ces ex-patients sont habitués à des séances
de 30, 45 à 50 minutes. C'est le moment où se libère
le gros. Une fois le "temps de la séance" passé,
ils se sentent perdus, leur déclaration si logique se
défait ; ce sont les moments les plus productifs du LIUS.
Arrivé à ce point, le lien
transférentiel étant plus solide, j'ai pris la
décision de faire une incursion dans la chambre à
coucher. Bon choix puisque Marie se pelotonne dans le lit, pour
le dire en changeant de métaphore, comme un poisson dans
l'eau. Microclimat idéal pour parler de ses intentions
de suicide mais avant Marie veut savoir quelle est ma position
vis-à-vis du suicide.
J'ai pris mon temps avant de répondre :
-- Moi, en principe, je ne me suiciderais pas
-- Pourquoi ?
-- Parce que j'ai peur.
-- Peur de quoi?
-- De la mort.
Dans ce cadre, il n'y a pas de place pour le silence ou pour
une réponse évasive. Plus encore, maintenant je
réponds presque toujours aux questions.
J'avais franchi correctement le test du suicide, mais, dans son
regard, j'avais capté une intensité pulsative.
Et cet éclat intermittent parlait de rage, ce qui m'avait
conduit à penser que le récit de ses suicides allait
être dramatique, mais je fus déconcerté par
la manière factice dont elle raconta sa façon de
manger les barbituriques. La deuxième tentative de suicide
avait été un simulacre.
À ce moment, s'il s'était agi d'un roman policier,
j'aurais pensé à la prochaine victime, ce qui me
conduisit à lui demander, un peu à brûle
pourpoint, contre qui sa rage était dirigée contre
sa mère ou son mari ? Marie n'a pas attaqué la
question, mais s'est pris un temps pour contester :
-- Ce n'est plus envers ma mère. Je crois que c'est envers
mon mari, je ne lui pardonne pas de m'avoir rendue aussi malheureuse.
Deux heures et demie s'étaient
écoulées et je pensais à terminer la séance
quand je repris le thème des maisons. Pour cela je lui
demande de dessiner une maison. Marie a pris un papier et a commencé
à dessiner une salle de séjour, disant qu'elle
devait être élargie et recevoir beaucoup de soleil,
ce qui m'a conduit à affirmer :
-- Vous n'êtes pas dépressive - le vouvoiement est
apparu sans que je m'en rende compte.
-- Pourquoi ?
-- Parce que cette maison a beaucoup de soleil, des fleurs fraîches
et des plantes robustes. Ce n'est pas le cadre de vie d'une mélancolique.
-- Mais, il n'y a pas de miroirs.
-- C'est vrai, il n'y a pas de miroirs.
Jamais je ne contrarie un patient.
Marie continuait à dessiner une petite chambre près
du séjour qui ressemblait à sa chambre réelle
dominée par l'énorme lit.
-- J'adore me réfugier dans mon lit.
Ne serait-elle pas autiste, ai-je pensé sans le lui dire.
Par contre je lui ai demandé :
-- Pourquoi l'absence de miroirs ?
-- Je ne veux pas me voir. Me regardant :
-- Tu vois comme je suis ?
-- Un peu négligée. Les cheveux...
Sa réponse me surprit quand je ne m'y attendais pas :
-- C'est que j'ai un cancer.
J'ai sursauté, ayant reçu un vrai choc. Maria le
perçut et me dit :
-- Pourquoi êtes-vous ainsi ?
Si j'avais été un grand analyste, un grand analyste
dans un moment inspiré, je lui aurais dit, en prenant
la voix de son mari :
-- Pourquoi m'as-tu trahi Marie ?
Parce que j'ai pensé qu'apporter ainsi le cancer à
la minute finale du LIUS pouvait être une manière
d'effacer tout ce qui avait été dit. Malheureusement
je ne le lui ai pas dit. J'ai formulé quelque chose d'approchant,
mais dans des termes moins convaincants.
Cela me ramène au sujet de l'interprétation. Il
est rare que je fasse une interprétation, mais je crois
que ce que je n'ai pas dit aurait été une interprétation
si, suivant le critère de Pichon Rivière, l'interprétation
consiste à " frapper juste".
Nous sommes restés un moment en
silence. C'était la fin ; j'ai accepté un bon whisky.
Nous avons bu sur la petite table où la séance
avait commencé. Le verre à main, je lui demande
un retour. Elle relate que l'expérience a été
dure et rapporte qu'elle est épuisée physiquement.
Il lui a semblé intéressant d'avoir bougé
d'une pièce à l'autre et d'avoir utilisé
les photos. Mille scènes ont défilé dans
sa tête et elle a ajouté : "Je mettrais de
la musique".
Bonne idée. A l'avenir il faudra demander aux liusands
de choisir leurs mélodies.
Cela sera pour la prochaine fois.
(1) N. B. : Il s'agit là d'une
traduction française adaptée à partir d'une
version portugaise antérieure du travail d'Emilio Rodrigué.
Par rapport au texte espagnol plus récent, certaines variantes
sont notables.
(2) Le mal pensant qui est en moi a trouvé là une
raison de plus pour conclure que la prise pas nette du mari n'était
pas due au choix hétérosexuel du photographe.
Emilio Rodrigué
erodrigue@uol.com.br
02/01/03
(Axes et Cibles Analytique)